Primero, la Idea
(Sunday Blooming Reading – 25 de mayo)
Por extraño que suene, muchísima gente parece valorar más la cosa que la idea.
Si puede tocarse, verse, olerse—si tiene peso, ocupa espacio o cabe en un cajón—es “algo”.
Mientras tanto, lo que solo puede imaginarse, pensarse o decirse se trata como algo menor. Como si la idea fuera “solo” una idea.
Pero aquí está el giro:
A veces, la cosa que se rompe, se oxida, estorba o se desvanece vale más que aquello que te hace llorar de alegría, hundirte en tristeza, cambiar tu vida o dejar huella durante generaciones.
Muchos olvidan—o nunca se dan cuenta—de que la mayoría de las cosas empezaron siendo ideas.
(¿Tal vez todas lo hicieron?)
Antes del hacha vino el deseo de dividir.
Antes de la escalera vino el impulso de ascender.
Antes de la ropa vino la vergüenza.
Primero, la idea.
Después, la cosa.
No creo que los humanos seamos los únicos con ideas.
Cuando una abeja regresa a la colmena y señala dónde están las flores cargadas de polen—¿acaso no está llevando consigo la idea de flor, la idea de lugar?
Quizá lo que nos diferencia es nuestra capacidad de expresar ideas que se refieren a lo que no existe.
Ideas sobre “no-cosas”.
Ideas que imaginan lo imaginario.
Gregory Bateson dijo una vez que la mayoría de los animales no mienten.
No dicen “lo que no es”.
Comunican lo que es: lo que sienten, ven, quieren o necesitan.
Pero no estoy del todo convencido.
Adoro la creatividad humana, pero no es muy creativo creer que somos exclusivamente brillantes.
Seguramente algunos animales inventan, fingen, imaginan—e incluso mienten.
¿No resulta maravillosamente inquietante imaginar la imaginación de un oso?
¿O la proto-mentira de una araña?
Pero volvamos al punto.
Aquí está mi pregunta para ti:
¿Qué piensas?
¿Todas las cosas comienzan como ideas?
Siempre curioso,
Blithe Ernst